En un evento cargado de simbolismo y tensión, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el mandatario ruso, Vladimir Putin, se reunieron este viernes en una cumbre de alto riesgo que podría redefinir el curso del conflicto en Ucrania.
Un cambio en el formato
Lo que estaba planeado como un encuentro uno a uno se transformó en una reunión «3-contra-3», con delegaciones adicionales. Por parte de EE.UU., participaron el secretario de Estado Marco Rubio, el enviado especial Steve Witkoff y otros funcionarios clave. Rusia asistió con el ministro de Relaciones Exteriores Sergey Lavrov como máximo representante.
Presión por un alto al fuego inmediato
Trump expresó su deseo de asegurar un cese al fuego inmediato, afirmando que no estaría satisfecho si no se logra «hoy mismo». Además, advirtió sobre consecuencias económicas severas si Rusia no coopera.
Posibles garantías de seguridad
También dejó entrever que Estados Unidos podría ofrecer ciertas garantías de seguridad a Ucrania, aunque fuera del marco de la OTAN. Sin embargo, Ucrania no fue invitada a esta cumbre, lo que generó críticas en el país y entre los aliados europeos.
Jugada diplomática con alto riesgo
El encuentro es el primero entre Trump y Putin desde 2019 y marca la primera cumbre bilateral en suelo estadounidense desde 1988. La reunión también envía un mensaje geopolítico: Putin puede ahora exhibir relevancia global, mientras Trump busca proyectarse como un arquitecto de paz ante el mundo.
¿Qué sigue?
Si bien no se anunciaron acuerdos concretos, el diálogo podría allanar el camino hacia una segunda cumbre, esta vez con la participación de Volodímir Zelenskiy, presidente de Ucrania. El éxito de estas conversaciones será crítico para determinar si se vislumbra una salida diplomática al conflicto o si las tensiones se mantienen sin cambios.
