Un grupo de científicos del Instituto de Inmunología de La Jolla (Estados Unidos) descubrió que un virus antiguo, integrado en nuestro ADN desde hace millones de años, podría abrir nuevas vías para el tratamiento del cáncer y enfermedades autoinmunes. La investigación se centró en la proteína HERV-K Env, producida por un retrovirus endógeno que forma parte de nuestro genoma humano.
Los retrovirus endógenos son “huellas” genéticas de infecciones virales que afectaron a nuestros ancestros hace miles o millones de años. Aunque en la mayoría de los casos permanecen inactivos, algunos fragmentos aún son capaces de producir proteínas. En este caso, la proteína HERV-K Env ha sido encontrada en células tumorales y en tejidos vinculados a enfermedades autoinmunes, lo que despertó gran interés en la comunidad científica.
Los investigadores lograron mapear por primera vez la estructura tridimensional de esta proteína. El hallazgo es crucial porque permite entender cómo interactúa con otras moléculas y abre la posibilidad de utilizarla como biomarcador en diagnósticos tempranos. Además, podría convertirse en un blanco terapéutico para diseñar fármacos capaces de atacar solo las células que la expresan, evitando dañar tejidos sanos.
Este descubrimiento representa una nueva frontera en la biomedicina: aprovechar elementos antiguos de nuestro propio genoma como herramientas para tratar enfermedades modernas. “Es como encontrar una llave olvidada en nuestro ADN que podría abrir puertas hacia nuevas terapias”, señalaron los responsables del estudio.
El potencial va más allá del cáncer. Si se confirma que HERV-K Env también participa en procesos inflamatorios asociados con desórdenes autoinmunes, podría convertirse en una diana para el desarrollo de terapias que moderen la respuesta del sistema inmune. Así, un vestigio viral que alguna vez fue una amenaza podría convertirse en un aliado para la salud del futuro.